Pianobar
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Chucho González
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Washboard, batería y voz
Descendiente de una familia rusa muy reconocida que, presionada por la Bratvá, la mafia roja, tuvieron que escapar a Venezuela con una nueva identidad para así comenzar una vida más humilde bajo los apellidos de González Uribe, cuando éste tenía la temprana edad de 4 años.
Su abuelo le enseñó las maravillas del trabajo en tallas y el pirograbado, sus logros en tal mano de obra destacaron siempre por su impoluta perfección y técnica clásica. A los 38 años cruza el charco para venirse a España, donde vive en una pequeña casa de madera en Aitzgorri , en el País Vasco con el fin de encontrarse a sí mismo y hacerse fresador.
16 años después se traslada a tierras gallegas para descubrir la música, amarla y respetarla hasta que la muerte los separe.
Chucho
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Carlitos Gil
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Piano y voz
Nace en el seno de una familia acomodada, pero tardó en ser presentado en sociedad por su evidente problema de hipertricosis. A los 15 años hicieron pública su persona y acusaron su aspecto de vello lanudo largo a una dejadez estética habitual en adolescentes.
Al albergar al pobre muchacho durante años en el sótano de su casa, para no provocarle ningún trauma, le ofrecieron la mejor educación y con su gran talento, a los 17 años ya poseía varias titulaciones , entre ellas la de medicina, con varias especialidades a su cargo y un premio Wolf que engrandece su reconocimiento.
Amante de la escultura, se transforma en un Brancusi del modelaje estético, cabe destacer que pasaron por sus manos celebridades como Willem Dafoe, Steve Buscemi, Ron Perlman, y Rowan Atkinson, entre otros muchos. Fue tal su éxito, que se vio envuelto en una explotación comparable a la de cualquier niño hindú que trabaja para cualquier magnate dueño cualquier marca de ropa de consumo masivo. Cerró las puertas de su clínica y hoy por hoy, a los 21 años, recorre las calles de distintas ciudades con su piano a cuestas para poder enviar ese dinero a la AFIC (Asociación de Frangollo de las Islas Canarias)
Carlitos
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Míriam Rodríguez
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Servicio de copas y voz
Podríamos inventarnos una historia sobre su pasado pero desde su accidente en motocarro no recuerda absolutamente nada. Podemos comentar solamente, que los profesionales sostienen la teoría de que ronda unos 63 años de edad.
Acogida en una pensión de la calle Ballesta madrileña se hace adicta al aroma de varios disolventes como nitro, epoxi y trementina, para poder contactar con cualquier sensación que remita a una leve reminiscencia de su vida antes del citado contratiempo.
Hoy, 18 meses después de su aparición, investiga la importancia de las gárgaras y su vínculo con la reproducción de la tortuga Carey.
Miriam
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Brais Iriarte
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Contrabajista
Se trata nada más y nada menos que de un fantástico plañidero profesional venido de Jönköping. Aburrido de una vida colmada de riquezas, facilidades y caprichos, un día decidió dejar su hogar, un hermoso lugar en el que estaba viviendo desde que tenía uso de razón, una bella mansión cerca del Vattër.
Compró un zurrón (de Gucci, of course) para su nueva aventura y emigró a Canadá para hacerse recolector de orina de alce, una experiencia que desde niño quiso vivir: trabajo, naturaleza y contacto directo con su animal favorito. Estuvo dos años disfrutando como un niño chico.
Allí conoció un gran magnate, Mickael Janson. En Inglaterra era conocido por ofrecer la mejor compañía a los que se acaban de ir; para no tener que pasar el mal trago, sustituye el llanto de los familiares en los velatorios por entrañables familias más adecuadas a la vista y a quienes realmente les importa un comino la reciente partida. Brais tenía el perfil que Michael Janson buscaba desde hace años: belleza, saber estar y la potencia vocal del orgullo de Tomiño: ¡¡¡Perfecto!!!
Tras varios años compartiendo lamentos de postín y lágrimas vacuas de ternura, se decidió vivir lo que interpretaba; quiso interiorizarlo para poder alcanzar el realismo que en tantos libros de Stanislavski le sugerían en sus arduas lecturas nocturnas. Viajó a España: pasión, fuego, alma, paella, ¡¡olé!! … Aterrizó en Galicia y su sorpresa fue entre desconcertante y cautivadora, pues no había paella, pero sí lacón con grelos, había pasión, fuego, lluvia, mucha ternura, mucho rural donde recolectar de todo y algo que hasta ahora no había extrañado tanto: ¡Música!
Pronto se integró en Le BarLuthier y a día de hoy permitimos que sacuda sus secuelas plañideras entre ritmos tumbaos y chachachás.
Brais